CME Congress 2012,
Toronto, Canadá31 de mayo de 2012, 16:15hs.
Sala 205 A

Somos lo que hacemos. Conformamos un equipo que se alinea detrás de una estrategia para cumplir una misión: lograr la excelencia académica.
Ortega y Gasset
IDEAS, CREENCIAS, APRENDIZAJE Y REDES CONCEPTUALES
Dr. Ricardo Aranovich
Los conceptos que siguen se fundamentan en el pensamiento del filósofo español José Ortega y Gasset. Él discrimina, entre los contenidos mentales, a las ideas y a las creencias. Las creencias son una clase de ideas que tienen la particularidad de que no las consideramos producto de nuestro pensamiento sino que las confundimos con la realidad misma. Es como creemos que son las cosas. Representan aquellas cosas con las que contamos sin que necesitemos pensar en ellas. Si decidimos salir a la calle, no nos hacemos cuestión de que esté la calle, si operamos el interruptor de la luz, contamos con que esta se va a encender. Si la luz no se enciende, si la creencia nos falla, entonces debemos ponernos a pensar que es lo que sucede. En este caso recurrimos a las ideas. Las ideas, el pensamiento propiamente dicho, hace su aparición ante el fracaso de la creencia. La vida humana es imposible sin el bagaje de creencias que se han ido estableciendo en nosotros a través de la cultura, la educación y nuestras experiencias personales. No podemos dar un solo paso sin la creencia que lo motive y justifique. Si, por ejemplo, nos dirigimos a tomar un tren, es porque creemos que el tren va a pasar o estar el momento y lugar correspondiente. Si no lo creyéramos no daríamos un solo paso hacia la estación. A veces cabe la duda y, ante ella recurrimos a las ideas: averiguamos, tenemos que “usar la cabeza”. En cambio las creencias no liberan de toda tarea de pensar. Ya sabemos sobradamente como son las cosas y es en base a ese conocimiento que desarrollamos nuestra vida. Dice Ortega: “...Y estos hombres, esa sociedad en que hemos caído al vivir, tiene ya una interpretación de la vida, un repertorio de ideas sobre el Universo, de convicciones vigentes. De suerte que lo que podemos llamar “el pensamiento de nuestra época” entra a formar parte de nuestra circunstancia, nos envuelve, nos penetra y nos lleva. [...] Sin darnos cuenta nos hallamos ya instalados en esa red de soluciones ya hecha a los problemas de nuestra vida”(1) Muchas veces cuando algo con lo que contábamos, que nos sostenía en la vida, falla, se produce lo que suele denominarse situación traumática, que se expresa en la curiosa frase: “Nunca creí que me podría pasar eso”. “Eso” va desde encontrar que la violencia le llega o los accidentes le suceden a cualquiera a descubrir que un hijo se droga y mintió, que el socio de toda la vida lo estafó, que las ambulancias no vienen cuando se las llama o cualquier otra de las innumerables situaciones con las que “contamos” en nuestra vida. Ahora bien, a cualquiera de estos infortunados que se le pregunte como le sucedió “esto” nos responderá: “Yo tenía la idea de que esas cosas pasaban pero no creí que me podía pasar a mí”.
Las teorías científicas no son, en principio creencias, sino ideas, por eso les exigimos prueba. “De las ideas-ocurrencias ─y conste que incluyo en ellas las verdades más rigorosas de la ciencia─ podemos decir que las producimos, las discutimos, las propagamos, combatimos en su pro y hasta somos capaces de morir por ellas. Lo que no podemos es... vivir de ellas”.(2) Las creencias no necesitan ser probadas, al contrario, requerimos que se nos pruebe cuando se las cuestiona. Sin creencias la vida sería casi imposible. “Con las creencias propiamente no hacemos nada, sino que simplemente estamos en ellas[...]en la creencia se está, y la ocurrencia (idea) se tiene y se sostiene. Pero la creencia es quien nos tiene y sostiene a nosotros”.(3) En nuestro país tenemos el raro privilegio de haber vivido una situación que ejemplifica lo que queremos exponer. La gente contaba con que su dinero estaba seguro en los bancos; tenía esa creencia, en la que, como en cualquier otra, estaba. Pues bien todos sabemos los trastornos de todo tipo a que dio lugar el fracaso de esa creencia. Pero sucede que el efectivo móvil de la acción humana reside en las creencias, no en las meras ideas. Actuamos según lo que vemos como realidad y en respuesta a ésta, y nuestras creencias son indistinguibles de la realidad, son, para nosotros, la realidad misma. “...Como fenómeno vital la creencia no se parece en nada a la ocurrencia (idea): su función en el organismo de nuestro existir es totalmente distinta y, en cierto modo, antagónica”.(4)”La máxima eficacia sobre nuestro comportamiento reside en las implicaciones latentes de nuestra actividad intelectual, en todo aquello con que contamos y en que, de puro contar con ello, no pensamos”.(5)
Las creencias de hoy pueden haber sido las ideas de ayer, pero estas necesitan una sedimentación hasta que son aceptadas e incorporadas. Esta es la clave del proceso del aprendizaje. A veces este proceso es paulatino, insidioso, no nos percatamos de que ocurre. Un ejemplo es la moda que, salvo alguna resistencia ocasional, nos hace cambiar de gustos y preferencias casi todo el tiempo. Otras veces este proceso es violento, sucede algo que nos hace sentir que la realidad misma se ha abierto ante nosotros, que palpita viva bajo nuestra mano, esto es el descubrimiento, la develación, aletheia para los griegos. En ese momento nace una creencia, pero solo para el que lo experimenta. Cuando intenta transmitirla, para los demás solo les está comunicando una idea. De la capacidad de persuasión y de la firmeza con la que transmita su convicción dependerá que esa idea llegue a ser creencia en los otros. La dialéctica entre ideas y creencias explica una gran parte de los problemas de aprendizaje, en sus dos aspectos, la conversión de ideas en creencias y el proceso de abandono y reemplazo de las creencias. La angustia que, en mayor o menor grado acompaña al aprendizaje, encuentra su explicación en que éste obliga a abandonar la seguridad de las creencias y arriesgarse a navegar en el mar de las ideas hasta llegar a una nueva tierra de seguras creencias. Hay algunos conocimientos científicos que pueden llegar a formar parte de las creencias, como ser, en ciencias duras, la aceleración de la gravedad, las leyes que rigen el comportamiento de los gases, algunas reacciones químicas, etc. En general la posibilidad de la comprobación experimental facilita que una idea se convierta en creencia, que el alumno se sienta palpando a la realidad misma y admita ese conocimiento como expresión de cómo son de verdad las cosas. En el terreno médico, en cambio, el médico debe actuar y la acción se basa en la creencia. En efecto, como vimos, la creencia es, para el que se sostiene en ella, la manifestación de la realidad misma tal cual es y la acción va dirigida hacia la realidad, que se sostiene en alguna creencia. Pues bien: los resultados de los trabajos científicos, en el momento de su publicación, no son creencias, son solo ideas que el médico debe de convertir vertiginosamente en creencias para poder volcarlas en la acción. Este proceso requiere un tiempo que no es necesariamente respetado por el avance del conocimiento. Hasta que eso le sucede debe de tolerar una enorme cantidad de angustia o negar el dato nuevo y afirmarse su tranquilizadora creencia anterior. Esta es la dificultad que acompaña a la EBM y a la actualización médica y científica en general. Desde la perspectiva que nos ocupa, nada menos evidente que la evidencia médica. El galeno está obligado a canjear lo que hasta ahora ha sido para el experiencia creíble (creencias) por una serie de datos estadísticos (ideas). La evidencia no basta que sea probada, debe de ser comprendida o sea incorporada dentro de las creencias y debe de relacionarse con las otras creencias y recién después de esto se transforma en acción.
Esto es, precisamente, lo que se promueve con el armado de las redes conceptuales. Al disponerse a armar una red conceptual, se “ponen sobre la mesa” tanto ideas como creencias. A continuación se procede a relacionarlas unas con otras y entre sí. Conceptualizar es establecer relaciones. Tener el concepto de algo es conocer sus relaciones o sea determinar el lugar que ocupa en relación con el resto de los objetos. Algo parecido a ir colocando en su sitio las piezas de un rompecabezas; el concepto permite saber cual es el lugar que corresponde a esa pieza. Cuanto más relaciones establezcan entre ideas y creencias más se facilita la permeabilidad entre estos estratos. Una idea que se relaciona fuertemente con una creencia puede pasar a formar parte de ella (“este fármaco actúa mediante los mismos principios que tal otro cuya eficacia es probada”) y una creencia que debe ser sometida al su confrontación con una idea puede modificarse a la luz de la crítica (“¿cuál es el fundamento actual de esta indicación?”) El armado de redes conceptuales obliga a un ejercicio de ida y vuelta del plano de las ideas al de las creencias. Al requerir la formulación explícita de las relaciones permite examinar las propias convicciones acerca de un tema y las reasegura. Es como volver a revisar un cajón, confirmar su contenido y reordenarlo. El conjunto de conceptos que han pasado por ese proceso es más probable que queden incorporados como creencias y no meras ideas y las creencias que han pasado la prueba de su confrontación con los principios lógicos que rigen a las ideas estarán mejor fundadas. El problema fundamental provocado por la vertiginosa evolución del conocimiento es que no estamos preparados para movernos con la necesaria agilidad entre las ideas y las creencias. Las redes conceptuales son un valioso entrenamiento para el desarrollo de esta imprescindible habilidad.
REFERENCIAS:
(1)José Ortega y Gasset, Ideas y creencias, Alianza Editorial, Madrid, 1988; pag 25.
(2)Ibid.
(3)Ibid.
(4)Ibid; pag. 26
(5)Ibid; pag. 27